La felicidad es algo paradójico y complicado, pues a menudo se escurre como el agua entre los dedos. Si la buscamos con demasiado afán, podemos dejar de ser felices. Podemos perdernos entre los árboles y dejar de ver el bosque. Esto sucede porque no siempre nos damos cuenta de ciertos enemigos que tiene la felicidad, esas trabas que nosotros mismos nos ponemos para ser felices.
1. Centrarnos solo en la felicidad individual
En nuestras formaciones, sesiones de coaching, team building y demás actividades, la palabra felicidad suele aparecer encima de la mesa. El problema es que podemos olvidar la dimensión social, compartida y colaborativa, que tiene la felicidad más auténtica y duradera.
Esta escena de la película ‘Una mente maravillosa’ ilustra muy bien la diferencia entre creer en juegos de suma cero o en la posibilidad de conseguir el bien común. Esto se puede aplicar muy bien a las parejas, las familias, los equipos, las empresas…
Para entender la filosofía que hay detrás de esta reflexión, se debe conocer un poco sobre la teoría de juegos, cada vez más aplicada en el ámbito de los negocios. En los juegos de suma cero el beneficio total para todos los jugadores siempre suma cero. Dicho de otro modo, siempre que un jugador se beneficia es a expensas de otro/s. En cambio, el juego cooperativo permite que todos ganen, al menos en parte, lo cual suele surgir en las negociaciones como fruto de pactos win-win.
2. Desconectar del momento presente
Imagina una persona en una playa caribeña, en un día espléndido, tomándose un cóctel bien frío en una hamaca. Si su mente se marcha a preocupaciones del pasado o del futuro, puede estar sufriendo. Ahora pongamos el caso contrario, el de tantos prisioneros o el del protagonista de La Vida es Bella, intentando emular en su mente un escenario más feliz. Estos dos ejemplos extremos muestran con claridad el poder que tiene la mente, cuando desconecta del presente, para aumentar o reducir la felicidad.
En un momento dado abstraerse de lo que uno tiene delante puede ser un recurso poderoso, por ejemplo ante situaciones críticas muy dolorosas donde el locus de control es muy bajo. En cambio, si hay dolor pero hay la posibilidad de controlar la situación y mejorarla, desconectar impide vencer. Es más, si la situación es normal o incluso estupenda, la felicidad se puede hacer imposible solo por haber desconectado. Estar en el momento presente es lo saludable, salvo como emergencia en casos puntuales, igual que uno puede estar un minuto sin respirar en caso extremo, pero no tiene sentido practicarlo cada día.
3. Pensar demasiado
Todos hemos escuchado alguna vez la frase ‘es que piensas demasiado’, ¿pero es tan malo pensar? En realidad todo tiene su sentido, si se usa con prudencia. El problema es si analizamos incluso aquello que no se puede comprender. Por ejemplo, las emociones o las sensaciones físicas, si las intentamos etiquetar o desglosar racionalmente, las estamos desnaturalizando.
Además, demasiado análisis en momentos de alegría, amor, bienestar o paz, pueden hacer que dejemos de sentir y solo estemos pensando lógicamente. En resumen, nos desconecta de nuevo del momento presente, y por tanto de la felicidad auténtica, la que está en conexión con el aquí y el ahora.
Para terminar, no olvidemos que la felicidad no significa euforia continua, aunque por supuesto una persona feliz tiene muchos momentos alegres. La felicidad también incluye la alegría serena, la paz, e incluso momentos difíciles. Uno puede sentirse agradecido, feliz y pleno, en medio de cualquier circunstancia.